martes, 9 de febrero de 2010

CHAVALES AL SERVICIO DE SATÁN (1).

Capítulo 1: Rock’n’Roll Damnation

Febrero de 1981. En un articulo publicado en el número 337 de la revista Roling Stone titulado “¿Es el Rock impío?”, los hermanos Steve y Jim Peters, sacerdotes auto-proclamados y columnistas eventuales escriben: “KISS son las siglas de Kids In Service to Satan (chavales al servicio de Satán). Mirad a Gene Simmons a los ojos. La Biblia nos dice que los ojos son el espejo del alma. Nadie está a salvo allí.”

Cualquiera que se haya tomado la molestia de leer alguna de las letras de Kiss verá que en un noventa y nueve por ciento giran alrededor de la misma temática: las actividades horizontales, pero en ningún caso encontraréis el sulfuroso rastro de Lucifer en ellas, a no ser que interpretéis la obsesión por el sexo como inequívoca prueba de posesión infernal . Sin embargo, la cruzada de los hermanos Peters hizo el daño suficiente como para que Gene Simmons y Paul Stanley se apresuraran a asegurar a los medios que Kiss significaba eso. “Beso” y nada más.

Desde los tiempos de Elvis Presley y Chuck Berry, cierto sector especialmente reaccionario de la sociedad se ha empeñado en ver en el Rock un instrumento del diablo.Sin embargo el Rock siempre ha demostrado –afortunadamente- tomarse al Anticristo bastante menos en serio de lo que lo hacen sus píos oponentes. Es cierto, AC/DC menciona frecuentemente el Infierno en sus canciones, pero el Infierno de Bon Scott parece más bien un lugar de reunión para viejos compañeros de taberna, lleno de tías guarras y anegado en alcohol. Vamos, lo que para el bueno de Bon debía ser el cielo al fin y al cabo.

Black Sabbath: Las Cruces, del derecho.

Es notorio que, en el Heavy Metal en especial, se ha recurrido frecuentemente a la parafernalia y las letras de corte satánico, pero en la mayoría de los casos con el único fin de escandalizar a Papá y Mamá. El mismísimo Ozzy Osbourne (quizás el músico que más veces ha sido acusado de ser un siervo de Belcebú), defiende su cristianismo. Una conocida leyenda urbana sostiene que los grandes crucifijos que solían llevar el y sus compañeros cuando tocaban en Black Sabbath eran una especie de contra-conjuro protector contra una maldición que un grupo satánico les había echado cuando se negaron a tocar en uno de sus encuentros.

Sin embargo sí que existen un momento y un lugar en los que Satán y el rock se cogieron de la mano con funestas consecuencias: Noruega y su infame escena de Black Metal de principios de los noventa.

El Black Metal es una forma extrema de Heavy Metal. Inspirados por bandas como los británicos Venom –curiosa banda que, a pesar de ser elegida invariablemente en los polls especializados de su tiempo como “Peor Banda del Año”, ha demostrado tener una influencia mucho mayor que la mayoría de sus contemporáneos- , los suecos Bathory o los suizos Celtic Frost, los grupos de Black Metal noruego se distinguían por su actitud Do It Yourself, lo que se traducía en discos de sonido irregular, unos ritmos endiablados de batería –el doble bombo era habitual-.pocos solos de guitarra y una voz que, en contraposición a los sonidos guturales y ultra-graves del Death Metal, tendía a los chillidos agudos. En general, al no iniciado la mayoría de los discos de Black Metal Noruego le sonarán como una mofeta histérica metida en una lavadora centrifugando.

Las bandas de Black Metal noruego son fácilmente distinguibles por su apariencia,ya que la mayoría de ellas, al menos en un primer momento, utilizaban el maquillaje para sus actuaciones. Un maquillaje en blanco y negro que les daba la apariencia de muertos vivientes. La utilización de seudónimos de corte terrorífico también era norma: Euronymus, Count Grishnackh. Dead, Mortiis, Faust son sólo algunos ejemplos.

Esta escena se articulaba alrededor de uno de sus buques insignia, la banda Mayhem y en concreto en torno a la figura de su líder, el guitarrista Euronymous (nombre real, Øystein Aarseth). Euronymus era un joven emprendedor: aparte de liderar una de las bandas de más éxito de la joven escena, era el dueño de la discográfica Deathlike Silence Productions y regentaba la tienda de discos Helvete (palabra Noruega cuyo significado es, quien lo iba a decir, Infierno). Helvete era un lugar especial, una catacumba de paredes negras de las que colgaban portadas de discos y armas medievales por igual. Un póster rezaba “100.000 niños mueren en África cada día. ¡Hurra!”. En ella sólo se vendían los discos de las bandas que Euronymus aprobase (metal extremo en cualquier caso) y los curiosos y advenedizos eran mal recibidos. En la trastienda de la tienda Euronymus solía reunirse con otros espíritus afines, músicos de Black Metal también, para ver películas snuff, escuchar música y trazar los más locos planes. A Euronymus también le gustaba enseñar, de cuando en cuando y solo a aquellos lo suficientemente dignos, las fotografías del suicidio de Dead.




"El infierno no está tan mal". El Averno según Bon Scott

Sigue en el capítulo 2 >>

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